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viernes, noviembre 11, 2005

Terri Schiavo, con la vida pendiendo de un tubo

En la tierra donde todo es posible, Estados Unidos de América, acontece en estos días un caso que ha conmocionado a la opinión pública, una mujer está en la disyuntiva entre dejarse morir o seguir viviendo. Le ata a la vida una sonda. Su esposo ha autorizado el retiro de la sonda por la que es alimentada, sus padres se niegan a tal hecho y ella desde el silencio sólo observa, pues lleva 15 años en estado vegetal.Aborto, pena de muerte, eutanasia, los temas más polémicos giran en torno a la supresión de la vida. Nadie se queda indiferente y todos tenemos una opinión, que va desde lo visceral hasta lo científico. Se escriben libros de argumentos a favor y en contra y algunos arriesgados hasta se atreven a sugerir una visión objetiva del problema donde evitan los tan cacareados “juicios de valor y prenociones tan perjudiciales para la ciencia”. Después de siglos de pensar sobre la naturaleza inmortal del hombre, las miradas se dirigen a la naturaleza finita del hombre. Los avances en la medicina, que han aumentado de manera progresiva la longevidad de los seres humanos, han convertido la muerte en un acontecimiento menos inminente, si te enfermas te curas, la muerte que siempre ha sido el final, ahora tan sólo es un diagnóstico desacertado.Sin embargo, mientras más nos alejamos de la muerte más consciente somos de ésta y finalmente hemos despertado a nuestra propia mortalidad. Ridículamente, mientras más avanzamos en la búsqueda de la piedra filosofal, más nos estrellamos contra la certidumbre de que todo tiene su final, incluso la vida. Quizás hace menos de 100 años no tendríamos que discutir sobre si dejamos o no vivir a Terri Schiavo, porque no habría la tecnología para mantenerla viva, pero existen los avances para aferrar la vida de esta mujer, y lo hacemos.Para el momento de redactar este artículo, un juez daba al esposo la autorización de retirar la sonda para con ello poner fin a los medios que sustentan artificialmente la vida de esta mujer. No obstante, con todas las instancias judiciales a las que aún pueden apelar los padres de Terri, parece inevitable que este drama se extienda aún más. Las encuestas dicen que el 56% de los estadounidenses están de acuerdo con retirar el tubo mientras que el 32% se forman en el bando de los padres. En las calles hay decenas de personas con pancartas alegóricas a las dos posibilidades, mientras que el Vaticano ha sentado posición a favor demantener con vida a esta mujer. Lo que falta ahora es que los congresistas también se manifiesten, no vaya a ser que pierdan la oportunidad de fijar opinión en concordancia con sus futuros electores.Todo es un enorme circo, sin payasos ni mujeres barbudas. Un mal circo con los medios de comunicación como maestros de ceremonia y en el medio una mujer, que no puede opinar ni hablar, que ha perdido el más elemental de todos los derechos, no porque alguien se lo haya quitado o atropellado, sino por aquello que es imponderable.Es un debate en el cual de verdad no importa quién tenga la razón o quién demuestre los mejores argumentos, porque todo se pierde en la tristeza del sufrimiento de otro ser humano. Mientras yo escribo y usted me lee, la vida de una mujer se decide en tribunales, en las calles y en el desacuerdo de quienes la aman. Lo más triste es que no es sólo la vida de ella la que pende de un tubo, también hay allí un poco de la vida de todos nosotros.
5 / El Mundo / Jueves / Caracas , 31 de Marzo de 2005
JOSÉ L. CUBILLÁN R.

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