Creo en el Derecho de autor

lunes, enero 16, 2006

El Círculo de la Intolerancia

Hace un par de días caminaba por el centro de Valencia en labores relacionadas con mi trabajo, cuando pasé por la esquina de un centro comercial en la cual se suelen reunir una gran cantidad de travestis.
Casi inconscientemente, por cuestiones de formación familiar y cultural, me reí de sus ropas estrafalarias y sus gestos exagerados. Un rato después comenté en un círculo de allegados sobre la ya mencionada esquina y me sorprendí al escuchar comentarios altisonantes en contra de los travestis, homosexuales y transexuales.“Son seres en contra de la naturaleza”, “merecen el mismo trato que los ladrones”, y “esa vida si quieren llevarla deben llevarla escondidos”.
Me parecía increíble estar escuchando esas palabras de parte de quienes me rodean día a día, y aunque en un principio los condené por su intolerancia, me di cuenta de que fue mi propio comentario medio burlón el que despertó la conversación, yo había entrado en el círculo de la intolerancia.
El círculo de la intolerancia es un hecho social de muy amplio radio de acción que de manera imperceptible nos rodea a todos, condenándonos a asumir posiciones extremas frente a asuntos que cada día más forman parte de la cotidianidad. La homosexualidad, un tema que va de lo bufonesco a lo criminal, es la última frontera de los derechos civiles. En Latinoamérica el homosexual ha sido visto siempre como una persona extravagante, incluso medio divertida. Basta recordar los personajes clichés de las novelas latinoamericanas donde un homosexual era la nota cómica en medio de un drama de proporciones casi épicas.
Sin embargo, en ocasiones el círculo de la intolerancia deja de rodear la burla para entrar en el terreno de la violencia. Ningún grupo es más víctima del maltrato policial que los travestís que venden favores sexuales en las calles de Venezuela, los agravios incluyen violaciones y palizas, además de la cotidiana ración de insultos. No obstante, como decía Gandhi; “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”, entre nosotros aceptamos este maltrato como si fuera normal, incluso a veces hasta nos reímos de esto, cual si nos estuviéramos riendo de los tortazos que le estampa El Chavo al Señor Barriga.
El círculo de la intolerancia no sólo se mueve en las calles, entre los cuerpos de seguridad, el círculo empieza y termina en los hogares, a veces de forma tenue pero en algunos momentos de forma terrible y manifiesta. En algunas provincias de Venezuela, cuando un muchacho empieza a manifestar conductas “extrañas”, lo suelen llevar a los burdeles para que se “enderece”. Si aún así el muchacho no agarra “el buen camino”, entonces recibe su ración de golpizas que realmente sólo logrará una cosa, hacer de él un ser disfuncional que vive una vida deseando otra, de tal manera que no sólo él será infeliz, sino que afectará a su familia el día de mañana.
Educar para la tolerancia es la única salida que queda para cortar este círculo. No existe un mayor problema que los conceptos de normalidad y anormalidad. Dichos conceptos han creado una sociedad que cataloga a las personas en los correctos y los incorrectos. Siendo los correctos seres etéreos y desconocidos es preferible vivir la vida según lo dictaminan los incorrectos, al fin y al cabo éstos se parecen más a todos nosotros, seres humanos falibles que sólo estamos seguros de no estar seguros de lo que somos.

JOSÉ L. CUBILLÁN R.
4 / El Mundo / Sábado / Caracas , 14 de Enero de 2006

viernes, enero 13, 2006

Adios a las cosas lúgubres

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Antes que nada Feliz Año!!!!!!!!!

Estamos claro que este es un blog para poner las cosas que me preocupan, para que aquellos que casi no veo puedan leer algunas de las cosas que estoy escribiendo a manera de reflexión. Sin embargo, hay veces que tanta aspiración de trascendencia es una soberana pendejada y hace falta decir ¡Feliz Año!, tomarse una cerveza, un Güisquicito, un roncito (Ron Antiguo de Solera de Santa Teresa, de pana pruébenlo, el mejor ron del mundo) y olvidarse de este mundo, de este país, de estas cosas que tenemos dentro.
Reflexionen sobre las cosas importantes pero no dejen de hacer a diario aquellas que les alegran, no importa cuan poco trascendentes nos parezcan a veces. La vida es los besos que damos, las carcajadas que nos hacen saltar las lagrimas, el olor de quien nos gusta, la comida de mi mamá o las hallacas de mi abuela que ya sólo me queda recordar. La vida es la musica que nos alegra el alma, la salsita que bailamos pegados y todas esas cosas que no se transmiten en blogs si no que tan solo se viven y listo.
Hagan que la vida siga siendo vida, ya quedará tiempo para lamentarse de todo lo que nos acerca a la muerte.
Feliz Año y que sean muy felices. Su Amigo José L. Cubillán R.