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sábado, enero 19, 2008

La Intrascendencia de la muerte de un genio


Murió Bobby Fisher, muchos ni siquiera conocieron a este señor de barba desprolija y que pasó los últimos años de su vida en Islandia, perseguido por la justicia de su país de nacimiento (Estados Unidos de América). Muchos no saben que se convirtió en el hombre más importante de la guerra fría cuando fue capaz de derrotar a los rusos en algo que se les creía invencibles.
Si les cuentan que su Coeficiente Intelectual (esa medida que inventaron los genios para rascarse el ego mutuamente) era superior al de Albert Einstein estarían asombrados. Fisher no solo fue el mejor ajedrecista del mundo en algún momento de su vida, también simbolizó la rebeldía extrema y el hacer lo que le diera la gana, radical y literalmente. Fisher odiaba a los judíos, a la CIA y al FBI de quienes pensaba lo perseguían por todas partes (y tomando en cuenta la orden de captura que pesaba contra él en los EEUU y el tiempo que estuvo preso en Japón pues realmente tan loco no estaba) las opiniones de Fisher eran sencillamente odiosas (cuando se enteró del ataque a las torres gemelas dijo que era lo mejor que podía haber pasado) y sin embargo su muerte causa tristeza, tristeza porque duele ver como la guerra fría destruyó y configuró un mundo de rivalidades y temores constantes, Fisher estaba loco, pero lo enloqueció la guerra fría, lo enloqueció un mundo que politizó todo o a lo mejor no... ya estaba loco desde antes sólo que la admiración del mundo al cual sus locuras le parecían útiles y divertidas no dejaba ver lo patológico de eso que llamaron excentricidad.

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