Creo en el Derecho de autor

lunes, diciembre 24, 2007

El mundo de los marginados

El Estado, allende las diferencias ideológicas entre capitalistas, socialistas, comunistas y pare usted de contar, es ante todo un ente controlador cuya función primordial es mantener bajo unos parámetros predeterminados todas las acciones humanas; eso por el bien común, por supuesto. De este enunciado ideal se pasa a unas realidades que no siempre se corresponden con esta idea. Por mucho que lo haya intentado no puede controlar cosas como la natalidad, las tasas delictivas, la corrupción, etc. Estos males serán mayores o menores de acuerdo a los sectores en que los Estados hayan puesto mayor atención. Algunos sistemas dan prioridad a la educación, otros al control de natalidad pero hay un tema al cual ninguno (y esto es literal contando los 191 países reconocidos por la ONU) ubica entre sus cinco principales prioridades; la cárcel.
Quien lee los discursos, declaraciones públicas y planes de gobierno de la mayoría de los países de occidente asegurará que en estos países no existen prisiones y que han modificado la manera da castigar el delito. Es más claro el problema cuando hacemos el contraste y observamos que el control del delito sí es una prioridad de las naciones.
La cuestión es que sí existen cárceles en occidente, y no sólo eso, sino que sigue siendo de manera abrumadora la principal forma de castigo. No se vislumbra un cambio ideológico que substituya la cárcel por otro procedimiento que haga la función de la prisión. Es decir, aquí en el discurso aparece el primer vacío, las funciones de la prisión han dejado de ser objeto del discurso criminológico a un punto tal que ya no existen, o al menos no están claramente delimitados, puntos que favorezcan a la prisión, más allá de argumentos trasnochados (reinserción, neutralización del delincuente, reeducación, etc.), y por contraparte tampoco argumentos que justifiquen su abolición. Es un juego de la cuerda en el cual ésta ha quedado en medio pero no por que se equiparen las fuerzas de los contendientes sino porque ninguno tira de ella.
Mientras tanto, en Venezuela, una población que bastaría para llenar una ciudad cabeza de distrito, permanece en este limbo ideológico. Son los marginados, nadie habla de ellos, no detentan ningún poder, ni político, ni económico, ni electoral.
Quizás el poder de matarse entre ellos, pero al parecer eso sólo les importa a sus familiares. La cárcel es un tema del que nadie quiere hablar. Incluso, hasta las escuelas de Derecho y Criminología han disminuido de manera ostensible el número de estudios relacionados con la prisión. Una abierta contradicción con aquello de ejemplificante que debe tener el castigo, los medios de comunicación le dedican a la prisión menos espacio de información que a casi cualquier cosa.
Ahora bien, es bueno aclarar que las funciones del Estado se difuminan frente a la prisión, el presupuesto para las cárceles es la última inversión porque se trata de dar dinero a aquellos que han sido castigados por lo "execrable de sus acciones".
En la democracia aquello que es impopular es infactible aun cuando sea necesario.
Consuelo de tontos el saber que no es únicamente un problema de los países en vías de desarrollo. En Estados Unidos de América una de las justificaciones para mantener la pena de muerte es que "son más baratos muertos que vivos".
Existen discusiones filosóficas que pueden estancarse para siempre, ya que su desenlace no modificaría en mucho el curso de la vida social, pero es injustificable que el problema de la cárcel se haya solucionado con la simpleza del silencio.
La cárcel esta allí, inmutable e indiferente a la dinámica de cambio que hay en nuestra nación, como si no formara parte del país. No tenga miedo de nombrarla, de discutirla, ¿conoce la cárcel de su Estado? le recomendaría que lo hiciera ahora que está afuera, mire que a Jonás nunca le agradó el estomago de la ballena.

1 comentario:

Lycette Scott dijo...

HOLA CORAZÓN, PASO A DEJARTE MIS DESEOS DE QUE PASES UNA FELIZ NAVIDAD RODEADO DELOS TUYOS