Creo en el Derecho de autor

domingo, diciembre 10, 2006

Murió Pinochet... que bien por la impunidad

Hoy murió Augusto Pinochet, la justicia, esa que según los cánones morales que tanto agradan a los sacerdotes y los ancianos siempre llega nunca llegó: nadie puede decir que a Pinochet le llegó su hora o el tiempo de su jucio... Simplemente ha muerto un anciano de extinción, con una muerte tan santa que hace pensar que no tiene ni tuvo la culpa de nada. Hace más de un año escribí en un artículo que no hablaba de Pinochet el parrafo siguiente:

Existe una vacuna contra este mal, la de la justicia cierta, expedita y por
encima de todo pública. No se puede dejar pasar tres años entre el hecho y la
sentencia. Son tres años durante los cuales surgirán imitadores de los
delincuentes que han sido aparentemente exitosos en el objetivo de burlar la
justicia. Fresco el ejemplo de Augusto Pinochet, ¿de qué sirve juzgar a un
anciano senil, en silla de ruedas y con pañales, ya después de que disfrutó de
un poder absoluto y fue Dios en una nación, que vivió impunemente y que dio pie
a imitadores en todo el mundo con ansias iguales de ser reyezuelos? En sus
ligeros espacios de lucidez el dictador en su cama quizás piense “y qué más da
que me juzguen y me condenen, lo peor que me puede pasar es la muerte y esa
llega con justicia o sin ella”.


A Augusto no lo agarró la justicia, porque los finales de Dios poco tienen que ver con las obras de los hombres. Lo que pase entre Pinochet y el Señor queda entre ellos, ante los hombres siempre quedará impune, y eso es una lástima.

El Diego y la Coca

Este artículo lo escribí hace más de un año, pero aún me gusta:

Transcurría el año 1986 y en Ciudad de México un hombre se coronaba rey y señor del fútbol, el más universal de los deportes. Diego Armando Maradona tocaba con “la mano de dios” el cielo sin saber que también se convertía en centro de todas las miradas del mundo y el ejemplo más triste de la manera en que las drogas transforman a los dioses en demonios.
Maradona, poseía dentro de sí muchos de los elementos asociados al consumo de drogas, un hombre joven, apenas 15 años cuando debutó en la primera división del fútbol argentino, que de vivir en condiciones de carestía pasó a ser un hombre bien pagado, rodeado de lujos y dinero y centro de la atención de muchos más poderosos que él. Siendo todavía muy joven pasa al Barcelona Fútbol Club de España en el traspaso más caro de su época. El entorno se hace propicio, en medio de unas de las ciudades más grandes de Europa con dinero a manos llenas y la fama propia de los grandes atletas se entrega a una vida de excesos que sirve en parte para llenar la sensación de vacío generada por la distancia de la tierra natal. Adicionado a esto, una lesión por esta misma época (1984) separa un poco a Diego del régimen de ejercicios propio de los atletas de alta competencia.
Su difícil vida en Barcelona (el mismo Maradona reconoce en varias entrevistas que empezó a consumir cocaína en la ciudad condal) y el mundo futbolístico siempre en movimiento lo llevaron a Nápoles donde se hizo “más grande que la vida misma” rodeado de la adulación de la gente y de la camorra napolitana, orgías, alcohol y la siempre inseparable cocaína.
Varios campeonatos en el Nápoli, el Mundial México ‘86, muchas veces escogido el mejor jugador del mundo. Todo el éxito deportivo contribuía a ocultar la caída cada vez más profunda de Diego en la adicción. Sin embargo durante el Mundial USA ‘94 una prueba de orina reveló la presencia de efedrina en el organismo de Maradona. El Diego fue suspendido y expulsado de la copa del mundo ( “me han cortado las piernas” decía llorando ante los ojos del mundo) fin de la gloria y principio del acto de contrición más triste del mundo moderno, el del drogadicto.
Por lo general, el proceso de rehabilitación se lleva a cabo a puertas cerradas, lejos del escarnio público.
No obstante, el caso de Maradona nos permite observar los avances y retrocesos propios del proceso de rehabilitación.
Varias entrevistas donde pedía perdón a la hinchada argentina y a su familia por consumo de drogas, la obesidad que deformó lo que en algún momento fue el cuerpo de un atleta, el divorcio, el rechazo de gran parte del mundo, (basta recordar que en Japón, donde fuera otrora un ídolo, se le negó la visa de entrada) y la reclusión en un centro de desintoxicación en Cuba, son sólo la cara vista de dicha rehabilitación.
Ahora Diego se presenta al mundo de nuevo, con 20 kilos menos y trabajando alrededor del planeta como narrador de fútbol, jugando partidos amistosos, incluso el equipo de sus amores, Boca Juniors, le ha ofrecido un puesto administrativo como ejecutivo del club. Maradona va a los programas de televisión a declarar públicamente su regreso como hombre útil y Argentina y el mundo deportivo se alegra. Pero queda la incógnita en el aire: ¿realmente Diego dejó la cocaína?Algunos indicios inquietan, en entrevistas recientes ante la pregunta de si dejó definitivamente las drogas Diego evade e incluso descarga sus culpas y hasta su adicción en su ex representante, como si el proceso de responsabilidad de las propias acciones tan vital para la rehabilitación no se completara. Además, Diego no expresa en su discurso ni en sus gestos aversión hacia la cocaína, no existe el rechazo abierto de quien ha visto su vida destruida por la adicción.
Ojalá y Diego Armando Maradona no sólo sea ejemplo de la prodigiosidad en los campos de fútbol.
Es necesario que el mundo y muy especialmente los jóvenes sigan con atención la vida del Diego. Las drogas destruyen a cualquier ser humano, no importa que tan cerca esté de ser un Dios y ni siquiera las oraciones y el inmenso amor de un pueblo como el argentino hacen más fácil la rehabilitación de quien cambió la gloria por la miseria.
José L. Cubillán R.
4 / El Mundo / Sábado / Caracas , 11 de Junio de 2005