CANTV me estafa. Cada día, cada mes, cada año, pago con
puntualidad inglesa mi servicio. No he escatimado un centavo, no he dejado de
cumplir ni una coma del contrato que me ata con CANTV y sin embargo me sigue
estafando.
Si, entiendo que la estafa es un tipo penal, y como tal para
poder alegar que soy víctima esto debe quedar demostrado
en un tribunal. Pues fervientemente espero ser demandado por CANTV. Quisiera
que me dijeran porque durante 4 años no he disfrutado de aquello por lo que
pago, quizás yo sea un mentiroso, quizás. De ser así significaría que estoy
equivocado y que la imposibilidad de colgar esto en mi blog sólo es producto de
mi extrema impericia en el manejo del computador, ojalá.
Si hay algo que lo hace más triste es la involución que
hemos sufrido en el tema de la velocidad de conexión. En el caso de mi hogar,
pagamos la conexión de 4 MB, según mis estafadores amigos de CANTV esto debería
ser ancho de banda suficiente para al menos 4 máquinas, lo cual a todas luces
es falso porque si mi hijo está usando el PC y alguno de nosotros se conecta a
la red WiFi del hogar, inmediatamente la conexión cae hasta ser casi
inutilizable, eso en el excepcional caso que haya conexión continua.
La parrafada anterior sólo sirve para plantear una idea que
me asalta de manera continua. Los venezolanos nos quejamos por todo, y cuando
digo todo estoy siendo casi literal. Eso dispersa el reclamo y disminuye las
probabilidades de éxito. Hay que organizar la lucha por una vida mejor, un
servicio, un sector, un asalto a la vez.
Es una lucha política pero definitivamente no politiquera.
No todos podemos pelear por todo. Si usted está peleando por los derechos de la
comunidad LGBT y por el suministro de electricidad de su sector delegue una de
sus luchas, pero no puede pelear ambas.
No puede pelear ambas, porque debemos entender que cada
lucha requiere de nuestras máximas energías y disposición. Es una idea que los estadounidenses
manejan muy bien, los grupos de presión. En Venezuela, siempre me ha llamado la
atención el éxito que tuvieron las llamadas “mesas de agua” en la consolidación
de logros en varias comunidades. Lo más llamativo es precisamente la
especificidad del nombre, que invita a concentrar las actividades hacia la
consecución y mantenimiento de una meta precisa, tal como postulan las nuevas
corrientes de la planificación estratégica.
El Estado debe encaminar sus esfuerzos a consolidar la
calidad de los servicios, y el de Internet es neurálgico. Existe un mundo de
trabajo en línea, opciones educativas, iniciativas culturales, oportunidades de
recreación, emprendimiento propio y pare usted de contar que sólo son posibles
con Internet estable y de una velocidad medianamente decente.
Incluso, el proyecto Canaima Educativo, posiblemente el plan
más valioso que se ha llevado en el territorio venezolano en muchos años, corre
el riesgo de ser inútil si no se ve reforzado con el acceso a la red. Estos
equipos están diseñados para que su mayor valor agregado sea la navegación.
Internet es la ventana de los niños a un mundo mejor, al
conocimiento. Ellos no podrán viajar, no podrán comprar grandes libros, pero si
tienen acceso a esa maravilla de nuestra era que es la Internet tendrán a su alcance ser hombres tan sabios
como Aureliano Babilonia, que aprendió el Sánscrito, el destino funesto de su familia, las calles de Barcelona y la historia del mundo sin salir nunca de
Macondo.